El protagonista de hoy en nuestra sección sobre la historia y curiosidades de los diferentes pigmentos es el color Rubí Alizarina.

El Rubí Alizarina es un nuevo color de la marca Winsor & Newton formulado con las ventajas de la alizarina sintética. Los británicos redescubrieron este color en sus archivos, concretamente en un libro de tintes de 1937, y sus químicos decidieron tratar de igualar esta potente variedad de tonos profundos de «Laca Alizarina».

Aún se conservan los cuadernos del colorista inglés George Field, conocido por colaborar estrechamente con los fundadores William Winsor y Henry Newton en la formulación de los colores. Después de que Field desarrollara una técnica para laquear el madder o granza (Rubia tinctorum, una planta común europea) que permitía obtener un color más duradero, se llevaron a cabo nuevos experimentos para desarrollar otras bellas variaciones de madders, siendo la principal materia colorante la alizarina.

Estancia «Madder» en la antigua fábrica de Winsor & Newton en Harrow (Londres)

Las raíces de la planta de rubia común (Rubia tinctorum) se cultivan y utilizan desde hace al menos cinco mil años para teñir tejidos, aunque tardó un poco en utilizarse en la pintura. Esto se debe a que, para utilizar la rubia como pigmento, primero hay que convertir el tinte soluble en agua en un compuesto insoluble combinándolo con una sal metálica.

Una vez insoluble, se puede secar y el residuo sólido se puede moler y mezclar con un medio de pintura, como cualquier pigmento mineral. Esto se denomina pigmento lacustre y es una técnica que se utiliza para fabricar muchos pigmentos a partir de materia vegetal o animal.

Muestrario de tinta de grabado «Granza Rosa»

Algunos de los primeros «tintes de rubia» se han encontrado en cerámicas chipriotas del siglo VIII a.C. Los «tintes de rubia» también se utilizaron en muchos retratos de momias romano-egipcias. En la pintura europea, el uso de la rubia fue más frecuente en los siglos XVII y XVIII. Debido a las propiedades transparentes del pigmento, las lacas de rubia se utilizaban a menudo para el esmaltado.

Una técnica habitual consistía en aplicar un barniz de rubia sobre el bermellón para obtener un rojo brillante y profundo. Este método puede verse en varios cuadros de Vermeer, como la «Muchacha con sombrero rojo» (c.1665). Sorprendentemente, existen muy pocas recetas históricas para el lacado de la rubia. Una de las razones podría ser que, en lugar de utilizar el tinte extraído de la planta, en muchos casos el tinte de rubia se extraía de tejidos ya teñidos.

«Muchacha con sombrero rojo» Vermeer (1666)

En 1804, George Field había desarrollado un método simplificado para extraer el tinte de las raíces de la rubia y laquear la rubia que producía un pigmento más estable. El término «madder» se puede encontrar para describir la gama de tonos rojos, desde el pardo hasta el púrpura, pasando por el azulado. Esto se debe a que el rico color del tinte de la rubia es el resultado de una compleja mezcla de colorantes.

Las proporciones de estos colorantes pueden verse afectadas por docenas de factores, desde qué especie de planta de rubia se utiliza, en qué suelo se cultiva, hasta cómo se almacenan y procesan las raíces. Además, el color del pigmento final de la rubia también se ve afectado por el metal de la sal utilizada para hacerla insoluble.

En 1868, el químico inglés William Henry Perkin se vio superado por los científicos alemanes Graebe y Lieberman, que patentaron su receta de alizarina sintética un día antes. Este fue el primer pigmento natural recreado sintéticamente. Una de las ventajas más significativas fue que la alizarina sintética costaba menos de la mitad del precio de las lacas de alizarina naturales y tenía incluso mayor resistencia a la luz. Esto se debe a que las plantas de madder tardan de tres a cinco años en alcanzar su máximo potencial de color, seguido de un proceso largo y costoso para extraer su tinte.

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