El color malva tiene una historia extraordinaria que une un accidente químico, sueños artísticos, alta moda, Oscar Wilde, una emperatriz y una reina británica.

El color malva nació de la ambición, la curiosidad y los sueños de un adolescente llamado William Henry Perkin. William intentaba sintetizar la quinina a partir del alquitrán de hulla bajo la dirección de su tutor en el Royal College of Chemistry (actual Imperial College de Londres), el renombrado químico August Wilhelm von Hofmann. La quinina era valiosa porque era el único tratamiento para la malaria, pero era muy cara, por lo que Hofmann buscaba una quinina sintética. Desgraciadamente, William fracasó en este empeño pero, por suerte, en un principio había soñado con ser artista. Por ello, quedó fascinado cuando notó que, al limpiar el residuo negro de su último fracaso en la producción de quinina en su vaso de precipitados, su paño se volvía púrpura. Rápidamente sospechó que, sin darse cuenta, había fabricado un tinte púrpura resistente al lavado.

Tela tintada por William Henry Perkin

Como había estado experimentando durante sus vacaciones escolares en su casa familiar de Cable Street, en el este de Londres, mantuvo el descubrimiento en secreto ante Hofmann. Vio el potencial de su color en la era industrial y lo llamó mauveine, que más tarde se convertiría en malva. William realizó primero experimentos para asegurarse de que, cuando teñía la seda, era estable cuando se lavaba o se exponía a la luz. Cuando estuvo satisfecho con sus experimentos, envió algunas muestras a una fábrica de tintes de Escocia para confirmar sus hallazgos. Cuando sus resultados se verificaron, William solicitó una patente en 1856, cuando sólo tenía 18 años. A los 21, ya era un hombre muy rico con su propia fábrica de tintes, donde siguió experimentando con anilinas para descubrir nuevos colores.

El malva era un color de moda y muy demandado en su época, todas las mujeres querían telas de color malva para sus vestidos. Esto se intensificó cuando la esposa de Napoleón III, la emperatriz Eugenia, decidió que el color hacía juego con sus ojos y mandó hacer sus vestidos en malva, al igual que la reina Victoria. La moda londinense se consumió por completo con este color durante un tiempo, pero se extinguió entre los más jóvenes, lo que llevó a decir que las mujeres mayores eran como «el sarampión malva en Londres«. Entonces Oscar Wilde escribió de forma mordaz en El retrato de Dorian Gray: «Nunca te fíes de una mujer que lleva malva. Siempre significa que tienen una historia«.

Retrato de William Henry Perkin

Como material artístico, el malva permanente nunca ha pasado de moda. La moderna formulación empleada por la marca Winsor & Newton es un color monopigmentado, semitransparente y resistente a la luz, que los artistas han disfrutado durante décadas.

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